
Herodes había prendido a Juan, lo había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te está permitido tenerla».
Y Herodes quería matarlo, pero temía al pueblo, porque tenían a Juan por profeta.
Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio y agradó a Herodes, por lo cual este le prometió con juramento darle todo lo que pidiera.
Ella, instruida primero por su madre, dijo: «Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista».
Entonces el rey se entristeció, pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la dieran, y ordenó decapitar a Juan en la cárcel.
Trajeron su cabeza en un plato, se la dieron a la muchacha y ella se la entregó a su madre.
Entonces llegaron sus discípulos, tomaron el cuerpo, lo enterraron y fueron a dar la noticia a Jesús.
Mateo 14:1,12 (Mc 6.14-29; Lc 9.7-9)