
--Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.
Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
Entonces Jesús les dijo:
--Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.
Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú».
Volvió luego a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro:
--¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Otra vez fue y oró por segunda vez, diciendo:
«Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad».
Volvió otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
Y dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
Entonces se acercó a sus discípulos y les dijo:
--¡Dormid ya y descansad! Ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores.
¡Levantaos, vamos! Ved, se acerca el que me entrega.
Mateo 26:36,46 (Mc 14.32-42; Lc 22.39-46)