Doña Sofía, abundando en una opinión harto extendida en sectores conservadores, objeta que se aplique a la unión entre homosexuales el término “matrimonio”. Técnicamente, lleva razón. Ha sido un escándalo que se torciera la letra de la Constitución para ampliar el matrimonio a los gay sin reformar la Carta Magna, según puede comprobar cualquiera que se haya tomado la molestia de leerla.
Pasemos al aborto, los argumentos que se esgrimen para legalizarlo son en extremo cuestionables, aquí y fuera. Ello reza también de los Estados Unidos, donde se dio luz libre a la interrupción voluntario del embarazo mediante una sentencia judicial que salió adelante por los pelos y cuya fundamentación es, por lo menos, laberíntica.