El mayor experto en sida de la Universidad de Harvard, Edward Green, acaba de afirmar en National Review: “El Papa tiene razón. Nuestros mejores estudios muestran una relación consistente entre una mayor disponibilidad de preservativos y una mayor (no menor) tasa de contagios de sida”. Aunque el preservativo protege en muchos casos, su uso provoca un aumento del riesgo que conduce a aumentar la expansión de la enfermedad. Edward Green confirma que el mejor modelo de la lucha contra el sida en África es el de Uganda —país con un alto porcentaje de cristianos— donde se ha fomentado la monogamia entre las parejas. El descenso de la incidencia del sida desde que se inició esta estrategia ha sido espectacular.
Muy pocos se han hecho eco del éxito de la utilización terapéutica de las células madre adultas, mientras continúan exaltando el recurso a las células madre embrionarias que, además de plantear serios problemas éticos, no han encontrado aplicación alguna en la praxis médica. Pero lo importante no son los resultados sino los principios. La historia nos asegura que la ciencia positiva y experimental sólo ha surgido y medrado en culturas cristianas, por un motivo fundamental: el cristianismo —a diferencia de las religiones orientales y primitivas— desacraliza el mundo e incita a desvelar sus secretos por medio de una investigación decidida.