Mientras el virus H1N1 prosigue su expansión por el hemisferio sur del globo y sus cepas se preparan a mutar el próximo otoño en el norte del mundo, los ejecutivos de las grandes multinacionales farmacéuticas, entre ellas la belga Solvay, se frotan las manos con el incremento exponencial del precio de sus 'productos milagro' contra la gripe A.
La primera gran 'alegría' para los grandes laboratorios internacionales se produjo cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió elevar la escala de peligrosidad del H1N1 hasta la categoría de 'pandemia' global.
Como si de una carrera de obstáculos se tratase, desde Bruselas, Basilea, Londres, París o Nueva York, las grandes empresas farmacéuticas iniciaron su particular 'rally' en pos del mejor antiviral y, en última instancia, de la vacuna definitiva.
Sus primeros clientes, los gobiernos del mundo, no vacilaron -y siguen en ese proceso- en hacer acopio de medicamentos para proteger mejor a sus poblaciones, en una iniciativa a medio camino entre la necesidad puramente sanitaria y las relaciones públicas ante su electorado.