Los escándalos sexuales tocan al Papa y ponen el celibato a debate | El Periódico de Catalunya | Sociedad

El último escándalo llegó el viernes al trascender que el papa Benedicto XVI aceptó en los años 80, cuando era arzobispo de Múnich, que un cura con antecedentes de pederastia fuera trasladado a su diócesis y siguiera ejerciendo, como informó ayer EL PERIÓDICO. El Vaticano replicó ayer mismo que Ratzinger «no estaba en absoluto relacionado con las decisiones tras las cuales se verificaron los abusos», y denunció una supuesta operación para implicar «con ensañamiento» al Papa en los recientes escándalos.

Fuera de la Iglesia, el debate ya es imparable. El viernes fue el premio Nobel y reconocido azote moral del país Günter Grass el que señalaba la obligación de los clérigos de mantenerse célibes como un detonante: «La propensión a los abusos sexuales se da en todos los lugares donde la gente tiene que ver con niños, pero esto se acentúa aún más con el celibato», dijo Grass en declaraciones a la agencia DPA.

Otro debate es el relacionado con la homosexualidad. Hubertus Mynarek, exdecano de la facultad de Teología de Viena que tras apostatar en 1972 se convirtió en uno de los principales críticos de la Iglesia alemana, explica que las relaciones entre hombres son cada vez más habituales en la Iglesia. Entre otras cosas, dice, porque el ambiente de los seminarios funciona como «una poderosa influencia» sobre jóvenes indecisos o reprimidos a la hora de hacerles «decidirse por la homosexualidad». Para Mynarek, romper el tabú de la homosexualidad en el seno de la Iglesia es un paso esencial.

Bajo la avalancha de reacciones está el hecho de que, para muchos alemanes y católicos de todo el mundo, este escándalo (como los de EEUU o Irlanda) no solo saca a la luz terribles historias de abusos, sino que evidencia que la Iglesia lleva décadas protegiendo a los que cometen estos delitos anteponiendo su imagen pública al bien de sus fieles.

Cuando a principios de año el rector del colegio jesuita Canisius, en Berlín, reconoció que numerosos alumnos habían sido víctimas de abusos en los años 70 y 80, sacando a la luz pública lo que él mismo llamó «la punta del iceberg», pocos imaginaban adónde llegaría el tema. Ahora la base de ese iceberg se extiende por toda Alemania y ya ha tocado incluso al Papa. El escándalo no solo ha sacado a la luz problemas internos de la Iglesia, sino que ha abierto otros frentes como la necesidad de ampliar el periodo de prescripción de estos delitos (ahora son 10 años después de que la víctima cumpla la mayoría de edad) o la necesidad de exámenes psicológicos a los aspirantes a formar parte de la Iglesia.