He dicho en varias ocasiones que los ciudadanos deben exigir a los políticos consecuencia con las ideas que difunden (insisto en las excepciones). Si la sexualidad liberadora es como ellos la pintan, tienen el deber moral de predicar con el ejemplo y aprovechar los modernos medios, en particular la televisión, saliendo en ella ministros y ministras, consellers y conselleras, etc., contándonos sus ejemplares y liberadas vidas sexuales, dando lecciones prácticas de sexo normal y homosexual, con animales, masturbándose, cambiando de pareja, etc., y demostrando que están por encima de los celos y demás retrogradeces, como hacían los cultos izquierdistas de quienes nos habla Esther Tusquets en sus memorias. Tienen esa obligación moral, política y ciudadana. Y los políticos que sean padres deben mostrar asimismo ante las cámaras, entre sonrisas de desenvuelta felicidad, cómo educan a sus hijos en tales prácticas, porque la educación debe empezar por casa.
Desgraciadamente la ciudadanía, adormecida con la tele basura, la pornografía, el botellón y demás zarandajas, olvida sus derechos y no exige a los responsables que exhiban ellos mismos la conducta liberada que tanto promueven. Pues, ya se sabe, una cosa es predicar y otra dar trigo, como siempre.