Pero él era más que un juez. El señor Kreyssig era un líder en la iglesia confesional, la cual se resistía a los esfuerzos de la ‘Reich’ para convertir a las iglesias protestantes en iglesias nazis. Ser miembro de la feligresía confesional, y especialmente del liderato de la iglesia, era ser un blanco fácil de los nazis en cualquier momento.
Mientras más y más certificados de muerte para las personas con discapacidad mental eran enviados a su despacho, el señor Kreyssig se dio cuenta que algo terrible estaba pasando.
Él le envió una carta al Ministerio de Justicia de la Reich, en la que protestaba, no sólo el programa “Acción T4”, sino también el trato dado a los prisioneros en los campos de concentración. Además, él radicó cargos por asesinato contra un médico por las muertes de sus pacientes.
Luego que él fue llamado para presentarse ante el Ministro de Justicia, fue que entonces se le dijo que el propio Hitler había implementado el programa. Al serle informado de ello, él respondió de la siguiente manera: “Las palabras del Fuhrer no establecen determinados derechos.”
El valor para decirle que “no” a un oficial de gobierno de la Alemania nazi fue un acto extraordinario. Al señor Kreyssig se le obligó acogerse al retiro. Aunque la Gestapo intentó que fuese enviado a un campo de concentración, el temor de atraer atención hacia el programa T4 fue lo que probablemente salvó la vida del señor Kreyssig.
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