El año pasado, entraron en circulación en el sistema de las Naciones Unidas tres grandes declaraciones sobre la mencionada reforma, aunque ninguna de ellas fue aprobada por los Estados Miembros. Una de ellas consiste en unir todos los órganos en una única entidad que tenga atribuciones sobre todos los tratados de la ONU. Esta idea fue presentada en la Declaración de Dublín, proyecto original de Michael O’Flaherty. O’Flaherty también fue el impulsor de los polémicos Principios de Yogyakarta de 2007, los cuales demandan que se interprete que la orientación sexual y la identidad de género son parte de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
En 1984, Philip Alston, quien se convertiría en uno de los mayores expertos en órganos de tratados, así como también en uno de los principales partidarios de la extensión de sus poderes, escribió proféticamente: «[E]n el transcurso de los próximos años, los órganos de la ONU estarán sometidos a fuertes presiones para que proclamen nuevos derechos humanos sin que antes se haya considerado adecuadamente su conveniencia, viabilidad, alcance o forma».