"Escribí a mi esposa para que me enviase a prisión los libros de la Biblia, pero un solo libro cada vez, a medida que los fuese acabando. Así leí la Sagrada Escritura en la celda, lentamente, de forma que podía meditar el contenido. Y me negaba a testificar con el argumento de que no tenía una Biblia completa en la celda. Y resultó que en octubre de 1989 acabó el interrogatorio".
O dicho de otra forma: se hundió el comunismo, ese monstruo internacional que cubría media Europa y parecía que iba a durar para siempre. De la noche a la mañana, no quedaba nada.
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