
De pronto hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella.
Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.
De miedo de él, los guardas temblaron y se quedaron como muertos.
Pero el ángel dijo a las mujeres: «No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.
E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos y va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis. Ya os lo he dicho».
Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, Jesús les salió al encuentro, diciendo:
--¡Salve!
Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies y lo adoraron.
Entonces Jesús les dijo:
--No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.
Mateo 28:1,10 (Mc 16.1-8; Lc 24.1-12; Jn 20.1-10)