Imponen su “moral”

La asignatura llamada socarronamente Educación para la Ciudadanía explica, según nos ha revelado sin ambages Pepiño Blanco, «cómo se utiliza un preservativo»; y contra eso, según acaba de dictaminar el Tribunal Supremo, no cabe objeción de conciencia. Lo cual es tanto como decir que no cabe oponer objeción alguna a una educación que dimite de su función originaria -la transmisión de conocimiento- para convertirse en un corruptorio oficial. O que, en nuestra sociedad, la objeción de conciencia es una contradictio in terminis; pues de lo que se trata, precisamente, es de formar personas sin conciencia, esto es, de deformarlas. Cuando hablamos de «deformación» ni siquiera entramos a calificar moralmente una asignatura «que enseña cómo se utiliza un preservativo»; hablamos de «deformación» porque enseñar cómo se utiliza un preservativo no es transmisión de conocimiento, sino imposición de una moral determinada.