Esta asociación es especialmente activa en colegios públicos y aulas municipales en su empeño de «didáctico» a la infancia y a la juventud. Alardea de que en 2009 posibilitó que 6.697 adolescentes recibieran talleres de prevención; 1.575 alumnos asistieran a los «talleres de corresponsabilidad»; 374 alumnos de infantil participaran en talleres de igualdad; y 812 jovenes de entre 13 y 17 años pasaran por sus talleres de educación afectivo-sexual, «Ni ogros ni princesas».
Ante este panorama Teresa García-Noblejas, secretaria general de Profesionales por la Ética, denuncia que «la Fundación Mujeres pretende introducirse, con sus materiales educativos, en la intimidad de las familias, calificando, por ejemplo, de “comportamiento sexista” el que una madre ponga el termómetro a sus hijos. También imparte talleres afectivo-sexuales a menores sobre el deseo sexual, las prácticas sexuales y la orientación sexual, temas que no corresponden a ninguna Fundación o entidad sino a los padres, que tienen derecho a elegir la educación afectiva y moral que desean para sus hijos».
«Por último —añade—, está la obsesión de reconstruir la sociedad empeñándose en que los niños se comporten como niñas y al revés, para evitar unos supuestos estereotipos sexistas, resultado, según estas feministas radicales, de la educación y no del sexo de los alumnos. Se trata de vigilar todo, de examinarlo todo y de intervenir en todos los aspectos de la vida del niño, desde la familia hasta el patio del colegio, para cambiarle su identidad sexual y convencerle de que no está claro si es hombre o mujer. Es sencillamente demencial».