El 27 de mayo, luego de meses de resistencia, el presidente chileno Sebastián Piñera capituló ante las demandas de las organizaciones homosexualistas y acordó someter legislación para la creación de “uniones civiles” entre personas del mismo sexo.
Hasta hace poco, el otrora conservador Piñera estaba recibiendo los aplausos de las organizaciones pro-familia debido a su sólida postura a favor del matrimonio, al igual que al derecho a la vida. Aunque él había prometido someter un proyecto de ley de uniones civiles, él había resistido las demandas de las organizaciones homosexuales para hacerlo, a la vez que rugía el debate dentro de su propio partido político sobre el asunto. Más aún, Piñera había sostenido de modo enérgico el matrimonio como una unión entre un hombre y una mujer, y había definido a las familias de tal modo que excluía a las parejas de homosexuales.
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