Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para que recibieran sus frutos. Pero los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron y a otro apedrearon.
Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos lo mismo.
Finalmente les envió su hijo, diciendo: "Tendrán respeto a mi hijo". Pero los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: "Este es el heredero; venid, matémoslo y apoderémonos de su heredad".
Y tomándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?
Le dijeron:
A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores que le paguen el fruto a su tiempo.
Jesús les preguntó:
¿Nunca leísteis en las Escrituras: "La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos?"
Por tanto, os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a gente que produzca los frutos de él.
El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y sobre quien ella caiga será desmenuzado.
Al oir sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que hablaba de ellos. Pero al buscar cómo echarle mano, temían al pueblo, porque este lo tenía por profeta.
Mateo 21:33,46 (Mc 12.1-12; Lc 20.9-19)