Russell Brand tiene una enmarañada mata de pelo potencialmente tan piojosa como la apelmazada plasta que se unta por moño su compatriota Amy Winehouse. Sólo los adolescentes muy adolescentes y los medios españoles resumieron el evento únicamente como el de “la resurrección de Britney Spears”. Sin embargo, para los demás será recordado como un tenso ‘show’ de peticiones explícitas de voto para Obama, calificaciones de “retrasado mental” hacia Bush, una masiva avalancha de chistes malos e increíblemente ofensivos sobre la abstinencia sexual relacionados directamente con Sarah Palin, y una contundente respuesta de una estrella televisiva adolescente local que espetó en pleno programa -en presencia de una Britney Spears horrorizada por las insinuaciones y el fuego cruzado sobre el escenario- cómo no todas en su país querían ser unas “guarras” (“sluts”).
La siguiente es la crónica del último ‘artista’ europeo ‘progresista’ que se equivocó al llegar a Estados Unidos con su grumoso complejo de superioridad a decir a los aborígenes lo tontos que son y lo que deben hacer para remediarlo.